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Voces de Jenin
Las fotos que no tomé
Agua El nombre del río es Almuqtua`a, Non Continuous.
Viejos mapas y nuevas fronteras




Las fotos que no tomé

Dos hombres venían hacia mí. Iban cargando una bolsa deportiva en colores rojo y azul, más o menos un metro de largo. Quizás contenía un niño de seis u ocho años o restos de un adulto, hecho pedazos por una mina que los soldados dejaron afuera de la puerta, antes de irse. No eran sólo casas vacías las demolidas, yo iba caminando por lo que quedaba de hogares. La cámara en mi mano, el brazo muy pesado para levantarse.

Encontré a los dos hombres con la bolsa deportiva en mi primera entrada al área en Jenin llamada "el campo" o Mujaham en árabe, ya que los habitantes habían sido deportados aquí, desde Haifa, en 1948. Ser testigo de lo que ha pasado aquí es importante , documentar las imágenes de la destrucción mostrada en los medios de comunicación, las pilas de escombros de barrios enteros, agujeros gigantes en donde la gente excavaba ahora buscando cuerpos y algún eventual sobreviviente. El trabajo es pesado y metódico, todos ayudan.

Los soldados entraron el 2 de april, sellaron el área y se quedaron por trece días, tomando posesión de las casas. Cada uno de esos cuerpos era una persona con familia y amigos. La destrucción masiva se convierte en una cifra abstracta de muertos, no sólo en la pantalla de la televisión sino también cuando uno viene de voluntario, a tratar de ayudar en lo que sea. Uno hace su trabajo y durante un segundo los ojos se encuentran, en la mirada cada historia de humillación y de orgullo, tristeza, fuerza, coraje, y también una latente desesperación de la que uno no habla mucho, se existe, ellos existen, nosotros existimos, quiénes somos?

No soy yo la que debo tomar fotos de ésto, pienso, caminando y Akram me muestra "Cecilia, que dices?", me pregunta todo el tiempo. Yo levanto la cámara, tomar fotos es mi protección. Miro y no puedo entender. Cada uno de esos pares de ojos debería estar tomando fotos, contando sus historias, pero cómo podrían? Oigo a un niño detrás de mí, me doy vuelta, el padre levanta al niño que comienza a llorar. Lo oigo en mi pecho, levanto de nuevo la cámara. El aire es tan seco, el polvo se alza.

Durante tres días visitamos el área exterior en donde la gente vive en los restos de lo que eran sus casas, nos cuentan lo que los soldados han hecho. Como obligaron a los hombres a desvestirse, con las manos atadas, como los soldados orinaron y defecaron en las ollas de la gente, dibujando la estrella de David en las paredes y escribiendo textos en hebreo que los palestinos no podían leer. "Esta es nuestra tierra y la incendiaremos", decía en una de las paredes.

La gente le decía a los niños que iba a pasar pronto, mañana, mañana. Cuando nosotros, varios días más tarde, le preguntamos a un "refusenik", a un soldado que se niega a hacer el servicio militar en los territorios ocupados, por qué el dormitorio es la parte más desecrada de la casa, nos contesta que no cree se trate de una orden militar, sino una acción inconsciente. Porque en los dormitorios es donde se conciben los hijos de los palestinos.

50.000 personas viven en el gran Jenin, un área fértil, que produce suficiente alimento para alimentar también a Gaza. Jenin quiere decir en árabe "El hermoso jardín". La ciudad está rodeada ahora de asentamientos israelíes. El río que acostumbraba alimentar a la ciudad ha sido derivado y riega hoy los cultivos de los colonos israelíes. Los asentamientos son otro tipo de ocupación. Pero no es sólo de la ocupación de la tierra de la que la gente nos habla. Es también, como me dice un hombre, una ocupación de la mente. Nuestras mentes están obligadas a estar ocupadas constantemente con cómo manejar los controles, el control de las exportaciones, el control del agua, de los teléfonos y de las comunicaciones.

Todo el tiempo se va buscando maneras de entrar y salir, de acomodarse a las catástrofes cotidianas. Cada ser humano necesita espacio de pensamiento para desarrollarse, para crear algo nuevo, para crear visiones. Continúa hablando de cómo echa en falta el charlar con sus amigos de otra cosa que no sea que hoy hay que reparar lo que se destruyó ayer. Hablamos también de los suicidas que cometen atentados y alguien dice: "Tenemos que encontrar la razón de una acción semejante, que la hay, y yo también puedo alcanzar ese límite y eso me asusta".




Cecilia Parsberg, artista visual





Agujeros de ballas.